Lo de rompecabezas me lo tomé de forma cuasi literal. No tengo imaginación espacial. Tengo otros dones, supongo, pero cuadrar un polígono diferente al que está a dos calles de mi barrio con dos triángulos y un hexágono es algo que mi mente no concibe. Magia. Un arte. Birlibirloque. Y por eso no soy entrenador de fútbol. Porque un técnico no es otra cosa que un hombre destinado a coger las piezas de su puzle particular para cambiar inconexos trazos de futbolista en un equipo que sabe a lo que juega. Y si algo tengo claro después de ocho jornadas, es que Corberán está intentando cuadrar el círculo, forzando a un grupo que peca de cuadriculado a pasar por un aro demasiado estrecho, frustrándonos por el camino y llenando de roces a una afición que ya no sabe cómo encajar tanta desgana.
Dicen que dato mata relato. Y cuando ves que Tárrega lidera el ranking de pases del equipo (416), doblando casi a Foulquier (293), que aparece segundo, no tienes otra alternativa que reconocer que el Valencia tiene un gravísimo problema de salida de balón que no sabe cómo resolver. Ya os he contado que imaginación espacial no tengo, pero como capitán a posteriori podría ganarme la vida honradamente y creo intuir lo que nuestro técnico intenta desde la primera jornada y no ha sido capaz de ejecutar. La pieza clave lleva el 8 en su espalda y responde al nombre de Javi.
Corberán ve en Guerra al ascensor de su equipo, el único diferencial capaz de subirte un balón desde tu línea de defensa hasta la corona del área. Su pilar maestro. Desde la primera jornada frente a la Real, el de Gilet se ha dedicado a bajar su posición para ofrecerse a los centrales para empezar una distribución de balón que nunca termina de llegar. Y aquí tenemos un doble problema: Javi no es un mediocentro al uso. Tiene unas condiciones brutales, una zancada potentísima y una capacidad para dibujar pases entre líneas maravillosa, pero su hábitat natural reside en los espacios abiertos, en aquellos contextos donde puede desplegar su físico y no verse encorsetado por un ataque estático en el que, además, recaen todas las miradas —y marcas— sobre él, porque el rival sabe, de la misma manera que nosotros, que es el único que tiene pie para llevar la batuta.
Si a un factor previsible como este le sumas un doble pivote con Santamaría o Pepelu, cuya mayor virtud nunca será dar un pase hacia delante, te quedas con un equipo que quiere, pero no puede. Frustrado en su ejecución. Con un par de centrales que no encuentran el centro del campo, un par de centrocampistas que no encuentran el balón y una terna de jugadores ofensivos que no huelen un ataque. Y de aquellos barros, estos lodos:
🗣 Carlos Corberán: “Santamaría ha empezado a perder la posición en medio campo, Javi Guerra ha empezado a atacar de lateral, Foulquier ha empezado a atacar de volante, Rioja parecía más un lateral… y el equipo ha perdido posiciones vitales para dominar el partido. En ataque, hemos ido atacando cada vez peor y eso permitía contras del rival”
Cuando el plan no funciona, el jugador busca alternativas. Se desordena. Busca en el caos lo que el orden no le puede ofrecer. Y se rompe. Pone en entredicho a su técnico y se convierte en apatía, desidia y desilusión. Una mezcolanza de factores que creo que va mucho más allá de las simpatías, recelos y vicisitudes mundanas que dicen envolver al vestuario y que, quizá, sean más consecuencia que causa del juego que despliega el equipo en este inicio de temporada.
¿Solución? Ya les digo que soy más abonado del análisis que de la previsión, pero apostaría a que dos piernas con un mínimo de toque y que convirtiera el pivote en trivote ayudaría mucho a desatascar la situación. Con Ugrinic o Almeida junto a Guerra, el equipo doblaría las posibilidades de encontrar un aliado al que darle el balón y liberaría de la marca a Javi para buscar los espacios que ahora la presión le niega. Ni convertir a los laterales en interiores —porque no tienen calidad para ello— ni acercar a tu segundo delantero a la medular —porque la pelota no llega a esos lares— parece haber tenido un mínimo impacto en el juego. Y menos aún prescindir de tu ascensor, juntar a los dos mediocentros defensivos —como en Cornellà y Montilivi— y perder el único hilo conector de tu equipo con las transiciones ofensivas.
"Pero, Yeray, el año pasado funcionaba". Sí. Y el año pasado tenías a Enzo. Un mediocentro defensivo con pie suficiente para recibir en la medular y no depender de otro pase atrás para sacarte la jugada adelante. Si cambian las piezas, cambia el puzle. Y si cambia el puzle, cambia la solución. Y más allá de estar más o menos de acuerdo con el análisis, lo que parece claro y meridiano es que el Valencia tiene un problema profundo de posesión e identidad. Una definición teórica que no encaja con su naturaleza y que lo lleva por la calle de la amargura.
No insistas, Carlos. Sacrifica un delantero y ponme un hombre al servicio de Guerra, combate el mediocentro y salta presiones. Tienes dos semanas para dar con la tecla. Rómpete la cabeza o el descalabro será nuestro. Otro más. Dos semanas para el partido en Vitoria. Se podría decir que no hay mejor ciudad para huir de la derrota. Ojalá tenga más imaginación que yo.
- Yeray Fita (@YerayFN)